VENCER EL VÉRTIGO

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Lo observo mientras corre, como si mi mirada pudiera evitar su caída, y cuando cae aprieto los dientes, como si mi gesto pudiera contener su herida. Pero mi hijo se cae a pesar de mi mirada y su herida sangra por mucho que yo aprieto los dientes. Entonces tomo consciencia de que no somos uno. Sé que volverá a caerse y volverá a sangrar y  yo no podré evitarlo.  Me invade un vértigo que hace que me aferre a él, pero no solo para evitar su caída, también para evitar la mía.

Muchos padres y madres impiden a sus hij@s descubrir su camino. Pretenden llevarl@s de la mano por “el camino correcto” como si ell@s supieran a donde llevan todos los caminos. Se aferran a ellos creyendo que lo hacen para evitar que se caigan, pero quizá sólo tratan de vencer el vértigo.

VIDEOJUEGOS VS ACUERDOS

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Sabemos que están ideados para crear adicción y es fácil comprobar que su abuso provoca impaciencia, irritabilidad, trastornos del sueño, sedentarismo, aislamiento, …

Consciente de esto, siempre me ha provocado cierta inquietud ver a un niño absorto ante un videojuego, pero hay algo que me inquieta más todavía y es ver cómo padres y madres dejan los móviles a sus hij@s cuando les prohíben algo “para que se conformen” o ante la mínima muestra de impaciencia “para que no se aburran” o en los restaurantes colocan una tablet delante del niñ@ “para que coma”.

Cuando tengo confianza con los que lo hacen trato de disuadirlos, muchas veces sin éxito, planteándoles las muchas razones por las que usar de este modo los dispositivos móviles perjudica a nuestr@s hij@s.

Cuando los usamos “para que se conformen”, “para que no se aburran”, “para que coman” estamos dificultando:

– que desarrollen la tolerancia a la frustración
– que reflexionen
– que desarrollen la paciencia
– que busquen argumentos para luchar por sus intereses
– que desarrollen la imaginación
– que descubran alternativas
– que desarrollen la empatía
– que se relacionen
– que establezcan normas
– que se esfuercen
– que aprendan
– que lleguen a acuerdos

Y hoy, viendo cómo nuestros políticos, que con seguridad jugaron más con otr@s niñ@s que con máquinas, no consiguen llegar a acuerdos, me pregunto qué será de nuestros niñ@s cuando sean ell@s los que tengan que llegar a acuerdos, si permitimos que pasen gran parte de su infancia sin tolerar las frustraciones, sin reflexionar, sin esperar, sin argumentar, sin imaginar, sin descubrir, sin relacionarse, sin establecer normas, sin esforzarse, sin aprender, sin llegar a acuerdos.

NUESTRAS ACCIONES HABLAN

NIÑA GRITANDO

Hoy una amiga, en el parque, mientras nuestros hijos jugaban, me comentaba que no sabe que hacer  para que su hija hable en un tono normal, que la niña es muy “gritona” y que por mucho que la corrige no hay manera.

Poco después, la niña, que se encontraba a unos diez metros de su madre gritó “¡Mamáááááá, quiero agua!» Mi amiga, con cara de circunstancias, me miró y a continuación, doblando el volumen de voz de su hija le gritó “¿Pero cuantas veces tengo que decirte que no se habla gritando?” y se acercó con la botellita de agua hasta la niña gritando amenazas por el camino: «¡cómo me vuelvas a pedir el agua gritando te quedas sin beber!» En ese momento, la niña que seguía con su juego, empujó a otro niño que se interponía en su camino subiendo por la escalera del tobogán, este empezó a llorar y mi amiga, que en ese momento se disponía a darle el agua a su hija, aprovechó para corregir de nuevo su mala conducta diciéndole “Laura, ¡ya está bien, eh!, pero … ¡¿por qué tienes que pegar, hija?!, ¿eso es lo que te enseñan en el cole?”, esto acompañado de un edificante palo en la mano.

Yo mientras me planteaba como iba a explicarle a mi amiga que a la niña no hacía falta que en el cole le enseñaran a gritar y a pegar, que ya tenía en casa una buena maestra.

A menudo, los padres, ponemos el grito en el cielo ante conductas que nos parecen intolerables en nuestros hijos, sin ser conscientes de que a menudo son una imitación de las nuestras, con las que somos mucho más condescendientes. Hasta tal punto actuamos desde la inconsciencia, que pretendemos enseñarles a no pegar diciéndoles que no peguen mientras les damos un palo o a no gritar gritándoles que no griten.

Ante estos mensajes contradictorios, nuestros hijos siempre elegirán lo que hacemos antes que lo que decimos, y no porque quieran llevarnos la contraria, sino por todo lo contrario.